Economía cubana 2017: de los pañales a la emisión digital de la televisión

Elías Amor Bravo, economista
 
Se trata de noticias que en cualquier país del mundo libre no tendrían referencia en los medios: alcanzar un 60% del territorio con la señal de la televisión digital o construir una fábrica de pañales desechables y almohadillas ocupan, en cambio en Cuba, un espacio destacado en los medios de la prensa oficial del régimen. Podríamos preguntarnos por qué. Y sobre todo, cómo hemos llegado a aquí.

El funcionamiento de una economía es sencillo, y complejo a la vez. Cuando alguien decide por su cuenta y riesgo interferir en las decisiones de los agentes que libremente deciden lo que quieren producir y lo que desean comprar, empiezan problemas realmente graves. Y en Cuba, desde 1959, cuando se dieron los primeros pasos hacia la estatalización de los medios de producción, la prohibición del mercado como instrumento de asignación de recursos y la creación de complejos entramados burocráticos para la planificación, intervención y control de la economía, comenzó el desastre que nos lleva a la situación actual.

Ni más ni menos que es una noticia digna de los medios “alcanzar con la televisión digital al 60% del territorio nacional”, además, anunciar quedándose tan tranquilos, que el 100% no llegará hasta 2023, si es que finalmente se produce. Esto se escuchó en un Foro sobre la televisión digital, al que asisten, además de autoridades castristas, representantes de empresas chinas como Haier, Compunicate, Huawei y Kitking, interesadas lógicamente en la adopción por parte de Cuba, de la norma DMTB, creada por el país asiático. Un Foro que coincide con el hecho de que en Cuba todavía funciona la televisión analógica, un paquidermo del pasado que ha desaparecido de la mayor parte de países del mundo. Ese atraso en los medios audiovisuales es un ejemplo del control económico por el estado y de la ausencia de intereses privados en el funcionamiento de la economía.

No es un problema tecnológico, ni de cualificaciones profesionales. Tampoco es de inversiones o de diseño de una red adecuada para alcanzar toda la población, que tampoco se encuentra tan dispersa en el territorio como para plantear problemas a la emisión digital de televisión. El problema es de atraso, de falta de interés por parte del estado de dar servicio a los cubanos, del hecho triste que no es hasta 2013 que la señal digital empieza a verse en la isla.

Y como siempre, el gobierno, que es responsable de todo en la economía, hablará de la necesidad de “superar limitaciones físicas en los centros de transmisión; de eliminar la saturación del espectro radioeléctrico, ocupado hoy, entre otros factores, por la transmisión simultánea de las señales digital y analógica; de mejorar la programación de los canales de alta definición, hoy semivacíos, así como la radiodifusión de datos, y superar las escaseces registradas en el mercado en cuanto a cajas decodificadoras y componentes para la instalación de las mismas se refiere”. Problemas que de buen seguro, compañías privadas competitivas no tendrían y que habrían resuelto de forma brillante hace décadas.

Conviene recordar, haciendo un poco de historia, que en los años 50 Cuba ya tenía unos niveles de televisión superiores a los de la mayoría de países de Europa, y además, se preparaban las instalaciones para la emisión en color, cuando aún en EEUU ni siquiera estaba previsto. De aquel mundo avanzado, competitivo, creativo, en el que los empresarios privados como Gaspar Pumarejo, eran capaces de organizar estructuras de televisión privada rentables, de audiencias masivas que han servido de inspiración a muchas cadenas con posterioridad, se ha pasado a una sociedad en la que alcanzar el 100% de cobertura de la digital no sólo se considera un hito memorable, sino que se reconoce que plantea no pocos problemas económicos, de organización, de filosofía.

La otra noticia de impacto mediático en la prensa oficial castrista hace referencia a una fábrica de pañales desechables y almohadillas sanitarias de la compañía vietnamita Thai Binh Investment Trading Corp, que está previsto que se construya en la Zona Especial de Desarrollo Mariel. La inversión alcanzará 9 millones de dólares para producir 210 millones de unidades de culeros anualmente, encaminados a satisfacer las necesidades del mercado cubano y de otras naciones de la región.

La obra de la fábrica se deberá iniciar antes de finalizar el año y suministrará pañales para recién nacidos, así como tallas para adolescentes, adultos y personas de la tercera edad. Productos que, por otra parte, atienden necesidades de los consumidores, y que se encuentran fácilmente disponibles en los establecimientos comerciales en la mayoría de los países del mundo. Fabricar desde Cuba estos artículos para el mercado interno me parece una magnífica noticia. Nada que objetar.

Los cubanos tienen derecho, los primeros, a no pasar privaciones y tener atendidas sus necesidades de forma prioritaria con las empresas que operan en su territorio. Pero me temo que esto no será lo que acabará ocurriendo. Y que por mucha demanda interna que hayan detectado los inversores vietnamitas para estos productos en Cuba, la obtención de ingresos y por ende de beneficios para esta inversión estará en el exterior, si el nivel de poder adquisitivo de las familias cubanas no mejora de forma importante.

Los vietnamitas han demostrado con creces que no se andan con boberías. Con un sistema político comunista, han mejorado de forma notable su despliegue agrícola e industrial en las últimas décadas y de ser un país con hambrunas periódicas por falta de productos agropecuarios, ahora son una potencia exportadora a los mercados asiáticos. Las transformaciones producidas en los derechos de propiedad de la tierra, el Doi Moi,que han ido mucho más lejos que las castristas, son responsables de esa ejecución positiva de la economía. Cierto es que faltan libertades democráticas, pero las clases medias de la nación asiática se ensanchan y mejora notablemente su nivel de vida y prosperidad. En Cuba, como inversores globales, vienen a fabricar pañales y almohadillas. Una paradoja de la llamada revolución castrista que ha consumido todos sus esfuerzos en un sistema político y económico dominado por principios ideológicos que quedaron muy atrás en el tiempo a finales de los años 80 del siglo pasado.

Noticias como éstas no tendrían atención en los medios de comunicación del mundo libre. En Cuba si. A lo mejor nos acaban convenciendo que la culpa de todo es del embargo. Ja.

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