La revisión del pago de salarios en Cuba: un reto para el régimen

Elías Amor Bravo, economista

Un asunto que ejemplifica la grave situación de la economía castrista, y las escasas posibilidades de futuro que tiene en las condiciones actuales, es lo relativo al trabajo a destajo. Sendos artículos en Granma y DDC han abordado esta cuestión, desde una perspectiva diferente. Me propongo reflexionar sobre los aspectos económicos que subyacen a esta cuestión.

En la ciencia microeconómica clásica, se asume que las personas afrontan una elección entre tiempo de trabajo y ocio. La gente tiene 24 horas al día para materializar esta opción por una u otra alternativa. Lógicamente desean tener más dinero y más ocio, pero eso es imposible. La microeconomía nos devuelve a la realidad cuando se introduce la información de precios, en este caso, de salarios.  Los estudios indican que cuanto más elevado es el nivel de salario alcanzado, la gente desea más tiempo de ocio para disfrutar de las cosas buenas de la vida. Por el contrario, cuando el nivel salarial es muy bajo, la gente necesita más ingresos y para ello, ofrece más cantidad de trabajo reduciendo el tiempo destinado al ocio.

Se trata de lo que llaman los economistas un “trade off” consistente en que para obtener más de una cosa, por ejemplo, salario, hay que aceptar una reducción de la otra opción, tiempo de ocio. O viceversa, para tener más tiempo libre hay que aceptar una disminución del tiempo de trabajo y por ello, de los ingresos. Las cosas nunca se manifiestan de esta forma extrema, pero las decisiones a nivel micro de las personas, en general, siguen este patrón de comportamiento en la mayoría de países del mundo. La gente busca un óptimo donde lograr el máximo bienestar de la elección trabajo y ocio.

En Cuba, un año después de la entrada en vigor de la Resolución 6 sobre las formas y sistemas de pago, sus resultados, a nivel general del sector empresarial, no han evitado que se mantengan deficiencias relacionadas con la manera en que se ha implementado en determinadas entidades. Al parecer, los trabajadores cubanos se muestran favorables al “pago por resultados” o a destajo, porque necesitan más salarios. Lo que por otra parte, resulta comprensible si se tiene en cuenta que el salario nominal medio apenas llega a 24 dólares al mes, según datos de la Oficina Nacional de Estadística.

En la economía marxista, donde los precios no cuentan o se dejan de lado por los planificadores, el objetivo principal del pago por resultados es estimular la eficiencia y productividad del trabajo y con ello lograr un aumento real de los volúmenes de productos y servicios. Más producción, sin tener en cuenta que al final de todo el proceso debe existir un cliente, un consumidor o un inversor, que traduzca su demanda sobre la oferta de bienes y servicios. Producir por producir es, qué duda cabe, uno de los errores garrafales de la economía marxista, precisamente aquello que la convierte en un marco de ineficacia y baja productividad, y sobre todo, lo que impide que se cumpla la famosa ley de Marx relativa a la eventual desaparición del sistema capitalista.

Por el contrario, la libre elección individual, los mercados, los precios, el intercambio demanda y oferta, la información y la transparencia, la capacidad para tomar decisiones independientes no sometidas a control, determinan un paradigma alternativo que puede tener fallos, fácilmente corregibles, pero que lleva funcionando más de tres siglos y que constantemente se adapta para atender los retos de un entorno igualmente cambiante: la economía de libre mercado y empresa es el gran enemigo del régimen castrista pero acabará presenciando su desaparición. Tiempo al tiempo.

El sistema de pago por resultado que se ha implementado en Cuba está lleno de errores en su implementación. El artículo de Granma detalla algunos. Pagos sin respaldo productivo en entidades del Ministerio de la Agricultura y sus Organizaciones Superiores de Dirección, incorrecta aplicación de las formas de pago por rendimiento, errores en la planificación y fisuras en la disciplina informativa, ya sea por la mala calidad de los datos ofrecidos o por su omisión, incoherencia de los pagos con los resultados, sobrecumplimientos en los salarios sin correspondencia con las ventas, los sobregiros desmedidos del fondo de salario, en nombre de planes al 100 % o de sobrecumplimientos, fijación de metas fáciles por las empresas que se convierten en cumplimientos excesivos cuando en realidad no ha existido desarrollo verdadero de los niveles productivos ni de las ventas, ni ahorros significativos, indisciplinas contables, discrecionalidad de los directivos, incumplimientos por razones ajenas a las empresas. En fin, una lista tan extensa como se quiera.

Me parece preocupante que las empresas no obtengan beneficios de la aplicación del pago por resultados, entre los que cabe señalar, la mejora de la organización del trabajo, el control sistemático los indicadores, el uso más eficiente de los recursos, la revisión de las normas de consumo, y la búsqueda de soluciones con los propios trabajadores sin tener que acudir siempre a servicios de terceros. Normas de gestión empresarial absolutamente normales en cualquier país del mundo que, si en el caso de Cuba no se aplican o se hace de forma deficiente, se tendría que analizar el por qué y darle una solución.

Como señala Granma, las incongruencias relacionadas con la aplicación de las normas, las violaciones que trae consigo interpretarlas erróneamente y las insatisfacciones que ello genera en los centros laborales son aspectos que influyen de forma negativa en el pago por rendimientos y pueden acabar ocasionando problemas a las empresas. Y yo añado, la aplicación asimétrica de la norma y su no extensión al conjunto de las actividades económicas es un problema añadido a los ya observados de viabilidad y sostenibilidad. Porque en efecto, para un trabajador puede estar muy bien pasar de los 729 pesos planificados a 870 pesos, como se señala en Granma, pero este aumento debe venir condicionado por determinados logros, sino acaba siendo un pesado lastre en la cuenta de resultados de la empresa que puede llevar a su desaparición. Es el caso de la empresa Cárnica de La Habana, mencionado en Granma que ha obligado a realizar estudio de carga y capacidad para normar el trabajo y ajustarlo a las nuevas condiciones lo que se complica por el déficit de profesionales capacitados para llevar adelante tal empeño. Los daños a veces son irreparables.

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