¿Será un problema de los ómnibus?

Elías Amor Bravo, economista

Atrapados en el laberinto que suponen los transportes en el régimen castrista, un artículo en Granma de Lauren Céspedes, se pregunta si los “ómnibus extra van a permitir boletos para todos”. Mientras que en otros países los desplazamientos se producen, de forma mayoritaria, en automóvil para reunirse con las familias en estas fechas del año, los cubanos deben resignarse a utilizar los servicios que proporciona una empresa estatal, que en régimen de monopolio, decide que oferta suministra a qué precios en qué términos, en definitiva, un ejemplo de lo que ha sido durante 57 años el día a día de los cubanos.

En Cuba, a diferencia de otros países, la mayor parte de los viajeros utiliza el ómnibus para desplazamiento. Las alternativas son escasas y la dimensión del parque de automóviles privado es muy reducida y solo atiende las necesidades de quiénes tienen acceso al poder o pueden permitirse el lujo de pagar precios desmesurados por utilitarios que en cualquier país europeo se venden por 7.000 dólares.

Según la Oficina Nacional de Estadística, de un total de 1.909,3 millones de pasajeros en 2015, 1.140,4 millones utilizaron el ómnibus en sus desplazamientos, el 60% del total. Un porcentaje que en 2010 alcanzaba el 56% del total, y que en el caso de los transportes interurbanos ha experimentado un crecimiento del 45,3% en el período considerado.

Esa mayor demanda de transporte, que en estas fechas navideñas aumenta por razones obvias, es atendida por una empresa estatal en régimen de monopolio. En Cuba, no existen opciones alternativas. A resultas de ese racionamiento en los servicios, los cubanos se preparan, una vez más, para “colas, esperas, incertidumbre, estrés”, aspectos negativos que afectan a “casi todos aquellos que se lanzan a la ineludible aventura de gestionar pasajes, en los días de mayor movilidad de la población”.

Para dar solución a este problema, los responsables han “ido valorando disímiles alternativas”, dice el artículo, y como cabría esperar, estas se corresponden con el único marco en que es posible actuar en la economía castrista.

Por ejemplo, una idea que se pensó en aumentar la capacidad de servicio para atender la reserva de pasajes para viajes interprovinciales entre el 22 de diciembre del 2016 y el 7 de enero del 2017. Una decisión que parece razonable a tenor de que solo existe un medio de transporte para los desplazamientos. Pues bien, como dice el artículo, esta decisión, produjo “quejas de la población y comentarios en la página web de nuestro diario que nos llevaron a indagar, en distintas agencias de pasajes de la capital”. Una labor investigadora que hay que felicitar por adelantado.

Los resultados de las pesquisas han sido sorprendentes. Lo que en cualquier país del mundo parece garantizado, la posibilidad de reservar online cualquier tipo de transporte, incluso con las nuevas ofertas de economía colaborativa, como el Bla bla Car, en Cuba, al parecer, todavía está en proceso de experimentación, como se destaca en el artículo. La idea del experimento castrista es que la gente no tenga que comprar los pasajes en las teminales, sino desde sus casas o lugares cercanos a las agencias de viaje. Sin duda, un gran experimento.

La medida tuvo la lógica aceptación por parte de los clientes. Normal. Los cubanos se han cansado de que se les imponga un sacrificio a la hora de consumir cualquier producto o servicio, y tienen ganas de poder elegir con libertad y comodidad, lo que quieren comprar. El resultado: una auténtica avalancha de clientes a las agencias para comprar los pasajes. ¿Acaso alguien había pensado que eso no iba a ocurrir? Entonces surge el problema cuando se les informa, después de largas esperas, esta vez en las agencias (obvio, si solo existe un número escaso de estos establecimientos, una vez más la oferta limita la demanda), que no tienen pasaje para poder viajar.

Si la protesta se realizaba antes en las terminales, ahora se traslada a las agencias. Sin duda, se puede culpar a muchos factores: la falta de información o lo que es peor, la desinformación respecto de los plazos de venta de los pasajes. De lo que no cabe duda, es que facilitar la venta de un producto o servicio por medio de una mejora de los canales de distribución, no resuelve el problema de la limitación de oferta. Si el número de plazas ofertadas por encima de lo normal, es insuficiente para atender la demanda, no sirve de nada que se vendan los billetes en agencias. El problema es que la empresa estatal de ómnibus, el monopolio estatal castrista, no tiene el menor interés, ni tampoco el menor incentivo económico, para mejorar sus operaciones ante un aumento de la demanda.

En la economía castrista, el orden es más importante que la satisfacción del consumidor. Si alguien no puede viajar para reunirse con su familia en navidades que “resuelva”. Los que dirigen la economía se guían por otros objetivos. Hace bien Granma de desvelar estos fallos del sistema. Son muchos más. Ojalá salgan todos.

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