El enfoque no es el correcto ministro

Elias Amor Bravo, economista

Se celebra estos días en el Palacio de convenciones de La Habana un congreso internacional sobre gestión empresarial y administración pública. No deja de llamar la atención la notable variedad de congresos que se organizan por el régimen castrista últimamente. No es mala idea. Proyectar la isla a nivel internacional como sede de congresos es una apuesta interesante, pero luego, como sucede casi siempre, está lo que se dice en los congresos y sobre todo, cómo se dice.

Aceptando que los demócratas no tenemos otro límite para la libertad del otro que el estricto respeto a la nuestra, cualquier cosa que se diga en esos congresos organizados por el régimen castrista se tiene que situar en la perspectiva del monolito de partido e ideología única que impera en la Isla desde 1959. No conviene esperar mucho del debate, porque si se sale de este guión castrista, simplemente no existe, se elimina. Por ello, este congreso de educación tiene algún interés y los comentarios que pueda realizar sobre el mismo, lógicamente, se apartan de ese pensamiento único y obviamente, por ello, no tendrían cabida en las sesiones del mismo.

La educación cubana en la actualidad se encuentra inmersa, como la del resto del mundo, en la necesidad urgente de acometer cambios que permitan afrontar los retos del entorno. Nada nuevo, por tanto.

Sin embargo, una nota en Granma recoge algunas de las frases pronunciadas por el doctor Rodolfo Alarcón Ortiz, ministro de educación superior del régimen en su conferencia inaugural. Y a ellas propongo dirigirme.

Coincido con Alarcón en “la im­portancia ascendente del conocimiento, y de la capacidad de una sociedad para producir, seleccionar, adaptar y usar esos saberes (no solo los científico-técnicos), en aras de lograr un crecimiento económico sostenido y mejorar los estándares de vida de la población”. Cierto. El conocimiento es necesario. Pero, la capacidad de una sociedad depende de la que tengan sus individuos y de la que puedan alcanzar con el esfuerzo, el trabajo, la dedicación y la asunción de riesgos y sacrificios. Nada en la vida es gratis. Además no existe la “capacidad de una sociedad” propiamente dicha, sino la de miles de voluntades, proyectos personales, ilusiones que se ponen en común, y de ahí surgen las capacidades y su adaptación, que está en el origen del crecimiento.

El ministro debería saber que cuando alguien, que se cree imbuido de un “don superior”, trata de canalizar o controlar esas capacidades individuales para dirigirlas en una determinada dirección, se percata que, al cabo de un tiempo, su objetivo lejos de conseguirse, no se cumple. Si analizamos la experiencia de países del mundo que han realizado un tránsito exitoso en sus niveles de renta y desarrollo en las últimas décadas, se observa la apuesta por la educación, la formación y la cualificación de sus habitantes como determinante del resultado. Ninguno de esos países ha apostado por desplegar “capacidades de la sociedad”, sino por introducir e incorporar estímulos y valores individuales que permitan a las personas alcanzar sus proyectos de vida. Los que se han embarcado en costosos “proyectos de capacitación social”, han acabado muy mal. Ejemplos, sobran.

Es por ello que el ministro también se equivoca cuando pretende atribuir a los docentes, a los educadores, a los responsables de la construcción del capital humano individual, funciones que no están bien definidas en su agenda profesional. Por ejemplo, le pregunto en abierto al ministro, qué tiene que hacer, como el dice, “un docente en el campo de la ciencia de la dirección para enfrentarse al hecho de que la distribución de la renta es desigual”. Desde luego, no dedicarse ni un minuto a lo que él plantea. Si lo hace, estará perdiendo el tiempo.

Pues claro ministro que la distribución de los activos de cualquier sociedad es desigual, y cuando no existe la propiedad privada como base de referencia, porque es abolida, como en el régimen castrista, surgen otros elementos que apuntan a la desigualdad. Los docentes en el campo de la ciencia de la dirección deben ayudar con sus enseñanzas, actualizadas, a que las sociedades avancen, construyan riqueza, la acumulen y a resultas de ello, alcancen una dimensión mayor, con más empleo y bienestar para todos. En la sociedad del conocimiento y la información, ese proceso es más necesario que nunca, y está suponiendo, en la mayor parte de las escuelas de negocios de todo el mundo, una revisión en profundidad de los planes de estudio y los curricula de la educación del siglo pasado, en la que algunos países se encuentran instalados.

Ojalá que la ciencia de la dirección en Cuba vaya por estos derroteros. Durante décadas, el rechazo ideológico del régimen a los principios de la gestión empresarial moderna, han hecho un gran daño a la estructura económica y productiva. Ha llegado el momento de practicar un giro de 180º y dejar atrás procedimientos y métodos de trabajo constreñidos por la penosa intervención estatal y el peso de la ideologia comunista sobre la economía. Cuando las empresas cubanas se libren de ese lastre y puedan funcionar como en cualquier otro país del mundo, el embargo o el bloqueo interno, ese que practica el régimen con sus ciudadanos, habrá llegado a su fin. Ánimo.

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