Las pymes en América Latina y en la economía castrista


Elías Amor Bravo, economista


Uno de los resultados más importantes de la reciente cumbre de CELAC-UE ha sido el reconocimiento del papel extraordinario que tienen las micro, las pequeñas y medianas empresas (pymes) en la dinamización de las relaciones entre América Latina y el Caribe y la Unión Europea.

Desde hace tiempo, la promoción de la vocación emprendedora aparece como uno de los objetivos de largo alcance de la política europea, con experiencias concretas en los distintos países que tratan de situar este tipo de organizaciones en el eje de los procesos de crecimiento.

Las pymes de la Unión Europea y de América Latina y el Caribe presentan características comunes. Representan casi el 99% del total de empresas, y dan empleo al 67% de los trabajadores. Por otra parte, presentan menores niveles de productividad y contribución al producto interno bruto (PIB) que las empresas de dimensión media o grande y tienen una participación limitada en el comercio exterior, orientándose en la mayoría de casos hacia la demanda interna de los distintos países. En España, las pymes alcanzan porcentajes realmente elevados de empleo y de producción, en la mayoría de sectores y actividades productivas, de ahí que el reconocimiento a otorgar es importante. 

En concreto, el Programa AL-INVEST, “Cómo mejorar la competitividad de las pymes en la Unión Europea y América Latina y el Caribe. Propuestas de política del sector privado” presentado por Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, y Arnaldo Abruzzini, Secretario General de EUROCHAMBRES establece las bases de este nuevo acuerdo de promoción de las pymes, a las que se otorga el papel de “jugadores estratégicos en el desarrollo inclusivo de los países en ambas regiones”.

Los responsables de este Programa reconocen que “no es posible el crecimiento y la creación de empleos en Europa o América Latina sin las pequeñas empresas”. El objetivo planteado es aumentar su competitividad, asegurando su exitosa internacionalización. Y para ello, nada mejor que “una efectiva red de organizaciones de apoyo empresarial en ambas regiones es vital para alcanzar estos objetivos”.

El Programa ha compilado las opiniones de 50 líderes empresariales y de opinión latinoamericanos y europeos entrevistados en diciembre de 2012. busca estimular la discusión entre las máximas autoridades políticas y empresariales de la Unión Europea y de América Latina y el Caribe sobre el rol de las pymes en las economías y el apoyo que requieren para superar su mayor limitación: la brecha de productividad respecto a las grandes empresas.

Y en este punto, como siempre, nos podemos preguntar qué habrán opinado Raúl Castro, Bruno Rodríguez o Díaz Canel sobre este Programa. Han estado presentes en la Cumbre, han aprovechado el golpe de imagen que este tipo de eventos tiene, han conseguido una presidencia temporal, y ahora toca, analizar en qué medida este tipo de programas y de acuerdos se trasladan a la economía castrista.

Veamos. En La Habana han aceptado en los últimos tiempos dentro de la doctrina oficial de los llamados “Lineamientos”,  la creación de “nuevas fórmulas de producción” bajo el epígrafe de trabajadores por cuenta propia, a los que se pretende convertir en el origen de una actividad privada sometida a control estatal por primera vez en más de medio siglo.

¿Estamos ante las pymes de las que se habla en el programa AL-INVEST? Evidentemente, no. Los cuenta propistas cubanos, los arrendatarios de tierras, no son emprendedores al uso. No son dueños de sus activos, ni los pueden operar libremente, ni venderlos o alquilarlos, y el régimen se encarga de limitar sus ganancias por medio de elevados impuestos para frenar su crecimiento. Visto desde esta perspectiva, AL-INVEST para la economía castrista representa un escenario interplanetario, alejado de una realidad de ineficiencia, improductividad y dominio estatal de la economía. Lo más seguro es que no le hagan caso. Grave error.

Este Programa podría ser estimulante para fomentar la competitividad de la economía más atrasada de América Latina. Sin embargo, va a pasar de largo por La Habana, sin que nadie le preste la debida atención. La economía castrista, anclada en la ideología estalinista aunque ahora se haya puesto de moda lo que denomina “actualización del socialismo”, no cree en la propiedad privada, ni en los derechos de propiedad, ni en la asignación de recursos por medio del mercado. Ni está para muchos experimentos.

El minifundismo castrista ha sido concebido como instrumento de control social, de recaudación de ingresos, y como alivio frente a las presiones sociales frente a la ineficiencia del modelo estalinista, pero las bases que sustentan su nacimiento y desarrollo, están frenando sus extraordinarias posibilidades de contribuir a la mejora de la economía. Nada se mueve en la Isla sin el control político del régimen y su gobierno. No existe la más mínima intención por parte de las autoridades de fomentar una pequeña empresa competitiva, viable, orientada al exterior y capaz de empujar la economía y el empleo. Ese modelo no es el de América Latina. Afortunadamente.

Tomado de Miscelánea de Cuba, 28 de enero de 2013

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