La receta para producir más y mejor café


 

Elías Amor Bravo Economista ULC

Históricamente, Cuba producía café. Los hacendados que cultivaron este producto sabían que era necesario ubicar sus delicadas plantas en las laderas de las colinas frondosas de Oriente, donde la humedad y el calor se encargaban de conseguir un grano de calidad, que los mercados apreciaban por su extraordinario sabor. Los excedentes destinados a la exportación, fundamentalmente a EEUU, proporcionaban ingresos muy elevados a los cultivadores.

La llegada de la denominada “revolución” no sólo supuso la destrucción del modelo existente, vía confiscaciones y robos de propiedad a sus legítimos dueños, sino la puesta en marcha de sucesivos experimentos que, la sabiduría de los guajiros y la experiencia acumulada de siglos de potencia agrícola, confirmaban que no podrían salir bien.

Recuerdo siendo muy niño, a mediados de los 60, cómo nos llevaban obligados de la escuela a plantar aquellas maticas de café en los campos llanos de tierra rojiza de la zona guajira de La Habana. Era otro de los sueños aberrantes de Fidel Castro, incrementar con el trabajo infantil revolucionario la producción de café. Ustedes ya me entienden. De allí no salió ni un grano de café. El sol abrasador primero, las lluvias intensas después, y la escasa cualificación de aquellos niños de poco más de 7 años en el cultivo de las maticas, se encargaron del desastre anticipado. Ahora, visto con los años parece hasta simpático, pero aquella experiencia está en el origen del actual desastre de la producción de café en Cuba, que sigue sin recuperar cifras del pasado colonial.

De ello, se hace eco un artículo publicado en Granma, dentro de esa colección de trabajos críticos con la ineficiencia general que lo invade todo. El artículo muestra una cierta sorpresa al constatar los pésimos resultados de la cosecha actual, y dice, “parecía que los buenos resultados del año anterior en la cosecha cafetalera marcarían, como se pensó, el punto de arrancada de la recuperación de este cultivo. Sin embargo, todo parece indicar que la realidad es otra en Guantánamo, segunda productora nacional del rubro, después de Santiago de Cuba”.

Para empezar, digamos que el análisis de la producción de café en Cuba tiene ciertas limitaciones por cuanto en las esmeradas estadísticas que proporciona la ONE no se detalla este cultivo. Es como si en Cuba no se produjera el suficiente café para merecer la atención de los estadísticos. Sin embargo, superar ese misterio es posible con datos del sector exterior en la mano. Las importaciones de café alcanzaron una cifra de 57.004 millones de pesos en 2010, frente a un valor de la exportación de apenas 4.111 millones de pesos. A ello se tiene que añadir las compras masivas de café sin tostar que ascendieron a otros 38.043 millones de pesos. Es decir, para el consumo interno, el régimen castrista se ve obligado a realizar unas importaciones de 95.127 millones de pesos de café. Veinticinco veces más de lo que se exporta. La pregunta que surge inmediatamente es ¿es mucho, es poco?

El artículo de Granma culpa al envejecimiento de las plantaciones la responsabilidad de la caída de la producción. También a la escasez de lluvia o la excesiva duración de la cosecha anterior, lo que impidió la realización de actividades como la limpia, la poda, la regulación de sombra y el abonado de la tierra.

El envejecimiento tiene su origen en la falta de estímulo para invertir en nuevas plantaciones por quienes producen y saben que nunca serán dueños de la tierra que trabajan. La falta de agua se puede corregir mediante obras hidráulicas cuya gestión no se realiza por la falta de incentivos. La excesiva duración de la cosecha anterior obedece a la falta de una adecuada organización de las explotaciones. En suma, todo converge en el origen del círculo vicioso de la economía castrista.

Cuestiones elementales para cualquier especialista en la producción de café y que se convierten, año tras año, en uno de los frenos a la dinámica de este producto, propiciando descensos significativos de los acopios que obligan a las cuantiosas importaciones a las que antes se ha hecho referencia. 

Las evidencias confirman que los agricultores más emprendedores son los que obtienen mejores resultados. Los que arriesgan, los que plantan cafetales jóvenes, los que realizan tareas adecuadas, en cada momento del ciclo anual, los que tratan de superar los pesados lastres de la economía castrista.

Y tal vez cabría añadir que lo que falta es que esos agricultores sean los propietarios de la tierra que trabajan, y que el fruto de su esfuerzo les permita acumular beneficios, invertir en mejores plantaciones jóvenes, aumentar la dimensión de sus campos de cultivo, y proveerse de los medios materiales y humanos necesarios para producir más y mejor. Eso se llama economía de mercado, y posiblemente, es la mejor receta para recuperar el café y otros muchos productos agrícolas que brillan por su ausencia en los campos cubanos.

Tomado de: (www.miscelaneasdecuba.net) 26 de septiembre 2012

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