Demasiado tarde, demasiado mal



Elías Amor Bravo, Economista ULC

Bajo el régimen castrista se abordan diariamente cuestiones económicas que, en cualquier otro país, están resueltas y se dan por hechas. Ahora, vuelven a la carga con el asunto del cumplimiento de los contratos, y de acuerdo con los Lineamientos de Raúl Castro, se señala que "el contrato es el órgano rector de los vínculos entre las empresas, unidades presupuestadas, cooperativas o formas de gestión no estatal", y además, "con ello revitalizan su alcance y retoman su papel directivo en el aseguramiento de los planes económicos" y el denominado "perfeccionamiento empresarial".

Tras este enunciado general, se reconoce que "persiste el irrespeto a los plazos y condiciones de entrega, y la falta de cultura jurídica de algunos empresarios o de preparación y exigencia de asesores".

Quién se expresa en estos términos en una entrevista en Granma, es el presidente de la Sala de lo Económico del Tribunal Supremo Popular, Narciso Cobo Roura.

En la maraña confusa de la estructura de la economía castrista, consecuencia de la falta de un marco estable de derechos de propiedad y el abrumador peso de la intervención estatal en las decisiones económicas, recuperar el sentido de los contratos puede ser bastante complicado.

Los contratos tienen razón plena en el ámbito de las economías privadas, donde los agentes que operan se comprometen a prestar e intercambiar determinados bienes o servicios, y para obligarse al cumplimiento de lo acordado, refieren sus decisiones a un marco jurídico estable que respeta la autonomía de las partes y que protege la propiedad privada y el sentido de la actividad económica individual. Responsabilidad y confianza, desde la plena autonomía de las partes.

Cabe preguntarse qué existe de todo ello en Cuba. Por mucho que los Lineamientos insistan en que es necesario separar "funciones estatales y empresariales, dar más autonomía a las empresas, incrementar la eficiencia en la concertación y ejecución de los contratos, etc", no se observan las condiciones fundamentales para la aplicación efectiva y eficiente de estos instrumentos jurídicos mercantiles.

La responsabilidad, como tantas otras cosas, se perdió como consecuencia de la opción "revolucionaria" impulsada desde comienzos de los años 60 por personajes como Che Guevara, que consideraba que los libros de contabilidad no eran necesarios, o Fidel Castro, con sus elocuentes ocurrencias, y el propio Raúl Castro, que debe estar asomándose todos los días al caos generado por la transformación estructural que hicieron, hace más de medio siglo, de una economía eficiente, competitiva y moderna.

La confianza de los agentes económicos en Cuba deja mucho que desear, cuando la mayor parte de la población, los cubanos, no pueden dedicarse a determinadas actividades libremente, ni atesorar, ni hacer crecer sus patrimonios personales.

Si se pretende que los contratos cumplan su función social, no se puede empezar a construir la vivienda por el tejado. Las bases que sustentan la economía contractual, como son la propiedad privada, la asignación de recursos por el mercado, libre empresa, ánimo de lucro, no existen ni se aceptan en los actuales diseños de los Lineamientos que, en contra de todas las recomendaciones de expertos internacionales e internos, apuestan por una "actualización del socialismo", que no es más que el intento de dar continuidad a un modelo fracasado. Es ahí donde conviene trabajar y cuanto antes.

Pero no parece que vaya por ahí la apuesta de la economía castrista en materia de contratos. La abundante normativa publicada, y la que está en proceso de elaboración, se orienta a más de lo mismo. Por ejemplo, "acordar la penalización por incumplimiento del contrato", cuando en la mayor parte de los casos, dichos incumplimientos se explican por el deficiente funcionamiento de las estructuras del sistema, y no por el comportamiento de las partes. Se habla igualmente de corregir la "asimetría en que se desarrollan las relaciones" como si fuera posible, en las actuales condiciones que un agricultor independiente o un trabajador por cuenta propia, tuvieran capacidad alguna frente a Acopio, por citar un solo ejemplo.

La consecuencia de todo esto es que posiblemente las reformas legales que se anuncian no vayan a conseguir los objetivos planteados. Si los cubanos no se sienten libres para desarrollar sus proyectos emprendedores en el marco de una economía en la que no existan esas "asimetrías" apoyadas desde el poder político, por mucho que los tribunales traten de cumplir las normas, se producirán situaciones de agravio, que fomentarán la irresponsabilidad y la desconfianza con el sistema.

Insisto en la importancia de los contratos. Me parece que cualquier acción que vaya dirigida a potenciar su figura en una economía es fundamental. Pero es necesario realizar transformaciones institucionales en la economía castrista, para que todo ello funcione y tenga sentido. En caso contrario, por muy buenas que sean las intenciones, lo que no vamos a poner en duda, los resultados serán, como en otros ámbitos, descorazonadores.

Tomado de: Diario de Cuba, 17 de septiembre de 2012

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