"O lo tomas o lo dejas" o la regulación de los contratos en Cuba

El Congreso del PCC, que debe introducir cambios para mejorar la economía castrista, se ha organizado en comisiones para hacer un ejercicio de análisis y debate de propuestas dentro de los parámetros del régimen, absolutamente imposibles en cualquier sistema democrático. Sin embargo, la lectura de las conclusiones de estas comisiones de trabajo no deja lugar a dudas sobre lo que hemos venido señalando hace algún tiempo: la economía castrista es insalvable, y lo que es peor, las soluciones planteadas en los “Lineamientos” no van a resolver los problemas de fondo.

Vayamos al análisis de la Comisión 1, siguiendo para ello, la información publicada en Granma por Leticia Martínez y Fidel Rendón. En los debates de esta comisión una frase aludida por los delegados a la negociación de contratos en Cuba, "o lo tomas o lo dejas" pone de manifiesto la grave situación moral de la economía y la complejidad de los cambios a introducir.

Los economistas saben que el cumplimiento de los contratos es clave del funcionamiento de una economía. Las leyes están para ser cumplidas. Cuando los agentes económicos las violan o las sortean, aparecen notables deficiencias en el funcionamiento.

¿Qué podemos decir de las intervenciones relacionadas con el cumplimiento de los contratos en Cuba? Este es un asunto realmente importante por su gravedad, que ya se discutió en las sesiones de la Asamblea Nacional a finales del pasado año, pero que regresa a los debates porque su situación debe ser cada vez peor.

No, es mucho más que eso. Algunos delegados lo calificaron como “la asignatura pendiente es la realización de contratos con calidad”. Y aquí viene otro de los puntos fuertes de esta comisión. En clave autocrítica, pero sin señalar los responsables “los delegados consideraron que se ha generalizado la indisciplina en este tema debido, entre otras causas, a la incultura económica, la falta de rigor, la inercia y a la permisibilidad de los errores”.

Que las empresas extranjeras que vayan a hacer negocios a Cuba tomen buena nota de estos ingredientes: "incultura económica, falta de rigor, inercia y permisibilidad con los errores hacen inviable el cumplimiento de contratos”.

La pregunta es, ¿puede alguna economía funcionar de este modo?, ¿por qué se producen en el castrismo, un régimen ejemplar en los mecanismos de vigilancia, control y represión política sobre la población, liberalidades de este tipo en la gestión económica?

Y aquí es donde se producen las intervenciones de algunos dirigentes, y todas en la misma dirección: “que la culpa es de la norma jurídica que rige actualmente la realización de los contratos, la cual deberá ser perfeccionada y actualizada”, el propio Murillo alertó que los contratos no funcionan y hay que recuperarlos, “máxime cuando se irá complejizando con los nuevos actores que surgen en el escenario, por lo cual para la actualización del modelo económico cubano es indispensable un proceso de contratación adecuado”. Otros delegados coincidieron que en “este tema muchas entidades no van a las reclamaciones necesarias ante incumplimientos por la contraparte”, y otras que ejercen cierto poder o no dan alternativa posible de negociación al brindar un servicio, bajo el concepto de "lo tomas o lo dejas”.

Quédense con esta frase que no tiene desperdicio “lo tomas o lo dejas”. Toda una filosofía económica del desastre se esconde detrás de esta práctica que, por lo visto, parece generalizada en la economía castrista.

Lo que se puede concluir de este debate sobre los contratos es que una economía, en la que no existe propiedad privada, ni derechos que la regulen de forma objetiva y garantista, no necesita cumplimiento de responsabilidades, ni los agentes adaptan su comportamiento y decisiones a ello. Los descontroles económicos toman el aspecto de un monstruo.

En el modelo estalinista fracasado de la economía cubana, en el que los agentes económicos no son los auténticos propietarios de los activos que ponen en juego en los procesos productivos, ni saben cuál ha sido su coste ni que recursos han tenido que perder para su obtención (coste de oportunidad) y por tanto, no tienen la percepción del riesgo de su eventual pérdida, destrucción o deterioro, lo que funciona es “lo tomas o lo dejas”, todo un ejemplo de falta de rigor, de compromiso y de la lealtad inherente al cumplimiento de las reglas derivadas de un estado de derecho, en el que la propiedad es inviolable, y como tal, uno más.

El relajamiento de las prácticas contrarias a los derechos de propiedad, como en la economía castrista durante medio siglo, no sólo crea daños directos en quiénes fueron víctimas de la injusta e ilegal confiscación de su riqueza acumulada por años de esfuerzo y de trabajo, sino que contribuye a crear valores en los agentes económicos que se resumen de forma magnífica en ese semi chantaje del “o lo tomas o lo dejas”. El sálvese quien pueda.

Mucha disciplina política e ideológica, combinada con mecanismos de represión social, no ha ido acompañada de los oportunos instrumentos de responsabilidad económica, asociados a un sistema de derechos de propiedad, y ahora se está despojando al monstruo de una careta, lo que permite ver cuán horrible es su rostro.

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