¿Economía de mercado o planificación? La necesidad de clarificar ideas de los "lineamientos"

La economía de empresa privada se basa en la existencia de un orden natural que asegura que las decisiones adoptadas en términos de análisis coste y beneficio, aseguran la máxima eficiencia de todos los agentes involucrados en el proceso, y la consecución del equilibrio entre la oferta y demanda en todos los mercados.
Es cierto que para alcanzar este resultado, los economistas se ven obligados a manejar supuestos que no se presentan en la realidad (transparencia, liberalización, precios flexibles) pero la evidencia empírica y el desarrollo económico y social de los países confirma que el mercado funciona razonablemente bien como instrumento de asignación de los recursos escasos a fines alternativos y competitivos entre sí.
Los esfuerzos que se han realizado en numerosos países por liberalizar sus mercados y economías sólo han dado frutos positivos, en forma de mejores precios para los consumidores y mayores ganancias para las empresas, derivadas de un mayor volumen de ventas. Pasar de los monopolios hacia la competencia libre supone tener acceso a una gama de bienes y servicios más extensa y de mayor calidad, así como a precios más bajos. Los monopolios desaparecen o se transforman, y el conjunto de la sociedad sale beneficiada de ello.
La alternativa a la economía de mercado libre es la planificación central. En este modelo, de inspiración marxista y leninista, se asume que una sociedad puede estar mejor cuando las decisiones económicas, en vez de ser adoptadas por miles de agentes en base a la información proporcionada por los precios, se toman por una entidad de orden superior, generalmente el gobierno o un burócrata con poder regulados, que decide sobre los bienes que se deben producir, en cantidades, calidades y precios, bajo la idea de que su conocimiento superior de la realidad le permite realizar esa tarea con éxito.
El mercado como instrumento de asignación tiene sus imperfecciones, pero la planificación central ha sido un desastre allí donde se ha establecido como referencia principal del funcionamiento económico.
La idea de que un ente superior puede decidir sobre los destinos económicos de los individuos, las empresas y el conjunto de los agentes que funcionan en una economía es un principio totalitario que termina evolucionando hacia regímenes políticos dictatoriales, en los que la concentración de poder económico se resuelve en más poder político, y viceversa. Por el contrario, la existencia de un marco de derechos de propiedad combinado con mercados libres, potentes y transparentes, y decisiones basadas en la información de los precios, apunta a la libertad política, la democracia y el pluralismo político.
La evolución reciente de dictaduras hacia la democracia ha resultado un éxito cuando la economía de mercado se encontraba sólidamente asentada en el momento de iniciarse el proceso de transición. Por el contrario, la transformación de sistemas planificados centralmente de raíz totalitaria en democracias, ha supuesto procesos no exentos de dificultades y obstáculos, que a la larga han llevado a amplios sectores sociales a volver la vista atrás en la búsqueda de soluciones a los problemas que no son capaces de resolver con autonomía y libertad.
Esa dependencia perniciosa del poder político y económico, planificador, totalitario y central, es lo que limita el desarrollo y la expansión de las fuerzas del mercado, y su capacidad de transformar una realidad económica. La resistencia del régimen castrista a abandonar la planificación central de la economía, como se señala en los “lineamientos” y su deseo de que las reformas se realicen sin alterar el carácter socialista de la economía, supone una apuesta política de consecuencias previsibles, pero es ante todo, el reconocimiento explícito del castrismo de no perder el poder económico, lo que abriría necesariamente espacios para las libertades políticas.
A estas alturas, y después de 51 años de destrucción continua de la base económica y social de Cuba, el régimen no quiere desprenderse del instrumento de poder que le permite controlar el desarrollo de la sociedad civil. Desde que un cubano nace, su vida está orientada por un sistema de planificación económica que le dirige en torno a un proyecto político, cuyas ideas y principios debe asumir para no quedar marginado. El totalitarismo es contrario a la libertad individual, incluso la económica porque ésta otorga una independencia que puede romper los lazos de dependencia y sumisión que espera el planificador de aquellos que le deben respeto y obediencia.
Por eso, los “lineamientos” consolidan un sistema económico en torno a la empresa estatal, dominada por la cúpula del poder, y asignando a las cooperativas, controladas por el partido único, un papel de correa de transmisión. En ese escenario, los nuevos cuenta propistas se convertirán en agentes al servicio de la planificación de la economía, cuya base seguirá siendo totalitaria y enemiga del pluralismo político.
Es una apuesta que supone que en el horizonte de 2015, cuando se prevé que las medidas queden resueltas, la economía cubana seguirá girando en torno a su situación actual, sin cambio alguno y con la misma estructura de poder económico y político.

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