El suministro de leche a la población: otro experimento del régimen

Una nota publicada en Granma hoy pone de manifiesto la absoluta incompetencia del modelo comunista de organización económica para servir a los intereses de la Nación.
Además, que un periódico como Granma, correa de transmisión del régimen castrista, y que desde hace tiempo ha suprimido de sus páginas las referencias a las noticias sobre economía cubana, cometa un desliz cuando anuncia el titular: “En 67 municipios se abastece de leche al 100% de las bodegas”, no parece una excepción en los últimos tiempos en los que la crítica dentro de la crítica parece haberse convertido en un rifirrafe castrista desconocido hasta ahora. O dicho en otros términos, ¿qué sucede en el resto de las bodegas? ¿Se abastecerá menos del 100%, casi seguro? ¿qué porcentaje de la población queda desatendida según estos datos?
Poco más podemos inferir de la nota. Lo único es que un sistema económico que presume de abastecer a un porcentaje muy bajo de la población de un bien fundamental, como es la leche, simplemente, es un modelo per verso.
En Cuba antes de la revolución, el consumo de leche de la población estaba garantizado por un sistema de producción agropecuario moderno y competitivo que había ido definiendo una posición clave en la estructura de la economía cubana. La confiscación y el robo de propiedades y la supresión de la iniciativa privada empresarial, trastocó el sistema también en la ganadería, y aún peor, ya que Fidel Castro se empeñó en apoyar investigaciones en un determinado tipo de ganado de difícil aclimatación al Caribe. En suma, la leche pasó a convertirse en un artículo escaso y racionado, del que mucha gente pronto desconocía su existencia.
Hace algunos meses, el régimen decidió que las granjas estatales eran incapaces de producir leche para toda la población y emplazó a los pequeños agricultores a ocupar un espacio mayor, por medio de la venta directa. Es decir, la venta directa a las bodegas que suministran leche a la población, están permitiendo atender a un porcentaje creciente de la población. Más aun, cuando algunos pensaban que este nuevo sistema no iba a ir muy lejos. Lo cierto es que esta venta directa por los propietarios, casi todos pertenecientes a la ANAP, Asociación Nacional de Pequeños Agricultores, le está resolviendo a los Castro un grave problema interno de escasez, a la vez que permite reducir la factura de la importación de leche en polvo, que era uno de los capítulos de mayor coste para las cuentas externas de la economía cubana.
La confianza en los pequeños agricultores es una buena cosa. Pero no es suficiente. El propio articulista de Granma lo dice textualmente, y por ello cito su frase, “no puede afirmarse que todo sea óptimo y que los comprometidos estén exentos de dificultades, pero el propósito es impedir retrocesos y avanzar sostenidamente. Cada colectivo aplica fórmulas diferentes y apela a la sabiduría y la tradición campesina, para llevar el producto hasta la bodega y explotar al máximo la tracción animal”.
Nosotros podemos pensar lo que queramos, porque nuestro consumo de leche, como en cualquier sociedad moderna, se hace visitando el supermercado, y eligiendo entre distintos tipos de marcas competitivas en precio y calidad, que realizan ofertas para atraer nuevos segmentos de clientes y apuestan por leche entera, semidesnatada, desnatada, sin lactosa, etc. Pero pensemos en los cubanos. Obligados a recurrir a las 6.562 bodegas en las que se produce el “abastecimiento” del producto, homogéneo, y con escasa diferenciación, cuando lo hay. Además, esos pequeños agricultores que hasta ahora estaban obligados a vender su producción a la entidad Acopio, un ejemplo de ineficiencia comunista, tienen que hacer lo imposible por llevar el producto de las zonas de producción a las ciudades. Pensemos en esta tarea, ciertamente compleja, en Cuba donde los medios de transporte son muy limitados, y comprenderemos la realidad de toda esta historia. Un desastre total.
El régimen castrista detesta la iniciativa privada empresarial, la somete a todo tipo de maldades, y la persigue y elimina cuando adquiere poder. Esos pequeños ganaderos que están produciendo leche y que la ponen en los puestos de distribución de forma directa, son un ejemplo de las posibilidades de la iniciativa privada para cambiar las cosas. Un sistema económico estatal y absorbente, convertido en un Goliat que no puede resistir la inteligencia y la habilidad de un David que ocupa espacios crecientes. No hay otra solución para el bloqueo interno de la economía cubana que abrir espacios a la iniciativa empresarial privada.
Le propongo a los Castro que autoricen a empresas de distribución a llevar la leche a los mercados de consumo de la población. Ese podría ser un primer paso y decisivo. ¿A que no lo hacen?

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