Las recetas de Raúl Castro para la economía cubana

En el discurso de clausura de la sesión parlamentaria anual, Raúl Castro arrojó un jarro de agua fría sobre las expectativas de cambios económicos profundos y rápidos.
Confieso que no lo puedo comprender. Cuando el otro día, Raúl Castro, ante la Asamblea Nacional, y después de describir un escenario crítico para la economía de la Isla, afirmaba “me limito, por ahora, a expresar que en la actualización del modelo económico cubano, cuestión en la que se avanza con un enfoque integral, no puede haber espacio a los riesgos de la improvisación y el apresuramiento''. Simplemente, me quedé atónito.
No dejarán de sorprenderme los burócratas estalinistas que continúan dirigiendo la vida de 11 millones de ciudadanos. Y sobre todo, con la sorna y el desprecio que, como buenos comunistas, lanzan hacia todos. Sólo así se puede comprender lo dicho por Raúl Castro: “tengo conciencia de las expectativas y honestas preocupaciones de los cubanos en cuanto a la velocidad y profundidad de los cambios que tenemos que introducir en el funcionamiento de la economía''.
Varios conceptos aparecen de sopetón entre las líneas de este discurso, identificado con un claro fin de ciclo. Los cito textualmente: “enfoque integral, improvisación, y apresuramiento”.
Parece ser que “enfoque integral” es la apuesta que las autoridades han realizado para situar a la economía cubana en la cifra de crecimiento más baja del último lustro, un 1,4%, y con una crisis financiera que amenaza cualquier posible negociación internacional. Ya no hay dinero ni para inversiones, ni para gastos en alimentos ni para energía. Las arcas del Estado cubano están vacías, como consecuencia del “enfoque integral” que consiste en no destruir las bases de un sistema, el comunista estalinista, que no ha dado fruto alguno en estos 50 años de pesadillas para Cuba y los cubanos.
“Improvisación” es otro término maldito de la doctrina castrista en materia de asuntos económicos. Bien, vamos a analizar las medidas adoptadas durante el último año: ventas de teléfonos móviles y electrodomésticos en las tiendas en divisas y en CUC, autorización bajo ciertas condiciones al acceso a los establecimientos turísticos, entregas parciales de tierras en arrendamiento, creación de unidades de distribución logística de alimentos, supresión de subvenciones a los alimentos racionados, cierre de establecimientos de venta de productos agropecuarios, suspensión discrecional de pagos a empresas extranjeras. Más improvisación, imposible.
En ausencia de un plan estratégico claro para devolver a los cubanos los derechos de propiedad y la economía de mercado, para que vuelvan a ser dueños de su vida, el Estado totalitario, se enroca y dificulta las medidas necesarias para liberalizar amplios sectores sociales. Más bien, todo lo contrario, aumentan la represión a los blogueros pacíficos o a las Damas de Blanco.
“Apresuramiento”. ¿A quién o a qué hay que esperar? Cierto, con 78 años cuesta plantearse cualquier escenario a cinco años vista, pero es que Cuba, los cubanos, no pueden esperar más porque los datos confirman que la economía está en la bancarrota: en el 2009 las inversiones decrecieron 16%, las exportaciones de bienes y servicios 22,9% y las importaciones 37,4%. Precios del níquel a la baja e ingresos por turismo siguen sin proporcionar recursos suficientes a la economía para asumir sus compromisos.
Las recetas de Raúl Castro no van a funcionar. La financiación de los sectores fundamentales de la economía cubana no se va a conseguir sin facilitar el desarrollo de la libre iniciativa empresarial y el capital extranjero privado. La escasez de divisas debe actuar como un instrumento que exija cambios al régimen.
Por ello, los gobiernos democráticos deberían ser conscientes de que no es el momento de abrir la mano, sino de mantener la presión para beneficiar al pueblo cubano, cada día más organizado en defensa de sus libertades y derechos democráticos. Las empresas que han invertido en Cuba en este período de tiempo están pagando un alto precio, por hacer negocios con los Castro. Cinco décadas antes, fueron los cubanos quiénes experimentaron el efecto de las confiscaciones masivas de propiedades, negocios y empresas por un régimen que ha despilfarrado todo su capital político.
No existe nada seguro en la economía cubana, salvo la necesidad urgente de un giro de 180º. Cuanto más tarden en impulsar los cambios, será peor. Es la herencia que los Castro dejan a los futuros gestores de la democracia y las libertades en la Isla.

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